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MAGGIE WONKA y la FÁBRICA DE BEST SELLERS (2ª parte)

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En la guerra como en la guerra. Cuando una se enfrenta a malvados tan poderosos como lo son nuestros enemigos está justificado utilizar medios no demasiado ortodoxos. En las últimas semanas una de nosotras ha tenido que hacer de lo que en el lenguaje técnico se llama “huele braguetas”. Samantha ha realizado un seguimiento completo, exhaustivo y, por supuesto, discreto de la vida privada de Lola Gulías, agente literaria. El resultado ha sido que las actividades de nuestra investigada no han cambiado lo más mínimo en los últimos años. Lola no tiene un chalet en Montecarlo ni conduce un deportivo rojo descapotable. Lola no cena todos los días en los mejores restaurantes de Barcelona ni tiene un yate de dos palos amarrado en el puerto. Lola Gulías, eso sí, ha abierto en 2013 una nueva agencia -con su nombre- y se deja a diario los cuernos trabajando. Lola tiene buen olfato, indudable, pero no conoce la fórmula –lo hemos comprobado- y por lo tanto no la ha vendido al señor Bezos (Amazon) a cambio de un buen montón de millones, que era lo que un confidente nos había soplado.

Sin Lola Gulías El tiempo entre costuras de María Dueñas (Temas de Hoy, 2009) no se hubiera editado y no hubiera vendido a día de hoy más de dos millones de copias. Hace siete años, Lola trabajaba en la agencia literaria de Antonia Kerrigan y fue la persona que pasó el manuscrito –recomendándolo como bueno- a Raquel Gisbert de Planeta. La historia posterior ya es conocida por todos.

El tiempo entre costuras es un mejor ejemplo de las últimas décadas de libro en el que confluyen millones de ventas y la buena calidad literaria. Y no estamos dando nuestra opinión subjetiva (perdón por la redundancia), sino que lo podemos demostrar científicamente y de hecho lo hicimos hace dos años. Patrulla de Salvación (aquí); (aquí) y (aquí) ha sido el primer medio de comunicación del mundo en publicar un riguroso “estudio científico” sobre esta novela que demuestra nuestra afirmación: ventas + calidad.

Los agentes

Cuando un libro es un éxito las editoriales se ponen todas las medallas. Ahora que ya se sabe que El tiempo entre costuras vende, que es un buen producto –que lo sigue siendo- es fácil invertir en una serie de TV y en una potente campaña de promoción. Pero hay que acordarse –nosotras, eso sí, tenemos la memoria de una veinteañera- de lo que se gastó la editorial en 2009 para apoyar la difusión de este libro: 1€ o ninguno.

Ahora nadie se acuerda de aquello. Los editores odian a los agentes, pero…

¿Qué hubiera ocurrido si la Dueñas –en 2008 sin experiencia alguna- envía su manuscrito directamente a la editorial o, peor, decide presentarlo al premio Planeta?

Hemos entrevistado a tres importantes agentes literarios sobre esto de los best sellers. Veamos.

Antonia Kerrigan concentra la mayor cantidad de superventas españoles por metro cuadrado en su cuadra de Barcelona. Allí pastan María Dueñas, Carlos Ruiz-Zafón, Juan Gómez-Jurado, Nieves Herrero, Elvira Lindo, Jorge Molist y Javier Sierra entre otros. Despues de recibir su opiniones tuve que pedirle permiso para publicarlas y me lo dio añadiendo que a estas alturas poco le importa lo que se diga de ella.

En referencia a esos autores de literatura literaria que no escriben best sellers responde doña Antonia:

¿Tú crees que si pudieran no lo harían? ¿Hay escritor al que no le importe el dinero? La verdad es que en nombre de ‘literatura seria’ se escriben muchas páginas ilegibles. No es fácil crear best-sellers y los que lo hacen tienen su mérito. ¿Quién dice que todas las grandes ventas están llenas de “trucos”. La buena ficción literaria también se vende y los autores de este género no se preocupan por su “prestigio”, ni adoptan poses intelectuales. Todos aquellos que mantienen que crear un best-seller es fácil, que lo prueben y lo demuestren. No perderán prestigio y a lo mejor se ganan un dinerillo. La verdadera pregunta es: ¿se metería Ian McEwan o Martin Amis con Ken Follet o Le Carré? Son ligas distintas y cada una tiene sus reglas y sus dificultades. Lo peor: las afirmaciones despectivas y el sentido de la superioridad.

Añade, Antonia K., una reflexión:

¿Tú crees que José Mª Merino querría escribir como Juan Gómez Jurado? ¿Crees que le importa que lo haga JGJ? ¿Crees que se compararía o que mirara despectivamente al best-seller? En el mundo de las letras también hay caballeros que conocen su realidad y tienen a bien aceptar otras.Los intelectualillos son los que matan. ¡Ay, la envidia!

Rob Hodgson, the Catcher in the Rye

Palmira Márquez, de agencia Dos Passos, gestiona los intereses de autores como Inma Chacón, Silvia Grijalba, Jesús Ruiz Mantilla, Paul Pen y Luisge Martí y tampoco se muerde la lengua:

Estoy segura de que ningún escritor, cuando escribe un libro, lo hace con la seguridad de que está escribiendo un superventas. Puede creerlo y desearlo, pero nunca tendrá las claves para conseguirlo, por más que crea poseerlas. ¿De qué hablamos cuando hablamos de superventas?, ¿solo de libros comerciales?, ¿y eso significa que son libros sin calidad literaria?, ¿Dónde quedan, pues los superventas siguientes: Soldados de Salamina, La fiesta del chivo…, y, por no extenderme mucho,Cien años de soledad? No. No es fácil hacer un best-seller. Si lo fuese, lo intentaríamos todos: autores, editores, agentes… Y si un autor de culto cambiara su estilo para hacer un libro comercial –y este término es muy peligroso usarlo- sí podría hacerle perder su prestigio, siempre y cuando rebajara tanto su nivel de exigencia…, pero, cuándo John Banville –autor de culto- escribe con el pseudónimo de Benjamin Black –venta masiva- sin perder la perspectiva, como diría Rosa en La Colmena, ¿qué podemos decir? Para mí, “la literatura seria” (que ya se dijo hasta la saciedad que lo serio puede ser lo contrario a aburrido) es con la que me he formado. Con “serios” como Cervantes, Dostoievski, Faulkner, Vargas Llosa, Borges, Cortázar, por ejemplo, auténticos superventas de calidad contrastada por millones de lectores.

Los auotores más vendedores de Guillermo Schavelzon son: Paul Auster, Carla Guelfenbein, Ines & Simón Ortega, Elena Piniatowska, Ernesto Sábato y Domingo Villas y tiene claro que los best sellers no se fabrican:

La prueba más obvia de que es imposible “fabricar best sellers” está en que el 90% de los libros que los editores más fuertes y comerciales lanzan al mercado, fracasa. Si la posibilidad de escribir y publicar pudiendo convertirse en un éxito existiera, los grandes grupos publicarían seis libros al año, no 200. Desde otro lado: dos tercios de los grandes best seller mundiales (desde Harry Potter y Ruíz Zafón a 50Sombras) fueron sorpresas imprevistas, libros que los editores contrataron con anticipos bajos, y con primeras ediciones (en el país original) de bajo tiraje. Eso lo dice The New York Times y Le Monde en sus análisis anuales.Sobre el “prestigio” de un escritor, prefiero no opinar, es otro tema.

Catcher In The Rye

Autores

María Dueñas y Lorenzo Silva han conseguido cuantiosas ventas con sus libros. ¿Tienen ellos la fórmula?

María Dueñas:

“Si todo fuera tan simple como aplicar una fórmula y unos cuantos truquillos, estoy convencida de que numerosos escritores de literatura seria (sic) se pasarían al bando enemigo. Pero incluso sin traicionar su esencia, también podrían convertirse en best sellers, porque el hecho de lograr un libro superventas no necesariamente implica una renuncia a la calidad. El bestseller no es un género monolítico, no existe un patrón uniforme: hay blockbusters con un penoso nivel literario, y hay éxitos comerciales de infarto con una excelente factura. Por citar el caso que todos tenemos en mente estos días, García Márquez despachó 30 millones de ejemplares de Cien años de soledad y, de paso, se llevó el Nobel. Salinger lleva vendidos más de 60 millones de The catcher in the rye; Nabokov, 50 de Lolita; Orwell, 25 de 1984… Y citando otros autores más contemporáneos, recordemos nombres como Jonathan Franzen, Paul Auster, Ian MacEwan o Kazuo Ishiguro, por ofrecer sólo unos cuantos ejemplos. Ninguno de ellos se cae durante una larga temporada de las listas de más vendidos cada vez que publican algo nuevo, manteniendo siempre su prestigio incólume. Si de verdad el asunto es tan sencillo, ¿por qué nuestros supuestos grandes literatos no lo consiguen también?”

Lorenzo Silva en referencia a la supuesta facilidad con que se escriben los best sellers:

No lo tengo tan claro. Lo que sí es cierto es que cuando alguien acierta a fabricarse una marca y ésa cala (lo que no está asegurado a priori), si uno es medianamente inteligente, puede mantenerla luego con provecho. Léase Ken Follett o Frederick Forsyth, o, proviniendo de la haute literature, el Benjamin Black fabricado por John Banville. Quien por cierto ha probado que hacer bestsellers no mermó su prestigio (o non troppo).

Estamos seguras de que Lorenzo nos perdonará por incluir este “off the record”:

Te respondo a vuelapluma y en corto porque mi día de hoy es duro y denso (los escritores que sobrevivimos como tales no andamos tocándonos el bolo, como cree alguno).

The Catcher in the Rye

 

Hay dos autores de mediana edad que no son facturadores de best sellers, pero a los que respetamos mucho. Se trata de Isaac Rosa y de Enrique de Hériz. Los dos han sido muy amables soportando a estas sus humildes servidoras y este es el fruto de las entrevistas:

Enrique de Heriz es un vendedor decente –ni mucho ni poco- pero en 2004 tuvo un gran éxito con su novela Mentira. ¡¡Usted no tiene ni puta idea sobre literatura en castellano, querido lector, si no ha leído esta novela!! Enrique de Hériz también fue editor en Ediciones B.

Nota: perdonen el exabrupto de la sargento en referencia a Mentira, la novela. La teníamos atada al árbol –como Asterix al bardo y el PP a Aznar- pero se ha soltado.

De Hériz:

Todo lo que pueda opinar al respecto tiene que ver con los años en que fui editor, experiencia que, por el tiempo transcurrido y los cambios sobrevenidos, bien podría estar más que obsoleta. La mayoría de los best-sellers huelen a fórmula, cierto. Pero en las librerías (y en los almacenes de las editoriales) hay literalmente miles de títulos cada año que tienen ese mismo olor y contienen exactamente los mismos elementos (que llamaremos “formularios”) y, sin embargo, no se han vendido. Se podría llegar a la conclusión de que, por ejemplo, una intriga histórica (a ser posible, aunque no es imprescindible, relacionada con el renacimiento) relacionada con una trama contemporánea por las consecuencias presentes de algunos delitos pasados es una fórmula segura. Y se puede presentar El código Da Vinci o El ocho como ejemplo supuestamente irrefutable. Pero la refutación existe y es evidente: en los almacenes de los mismos editores de esos ejemplos hay, como mínimo, centenares de títulos que, en distintos registros de calidad que quizá abarquen todo el espectro posible de etiquetas, de lo “literario” a lo “comercial”, replican esa fórmula y han sido objeto de esfuerzos similares de promoción, y sin embargo…

Cualquier planteamiento que pretenda relacionar criterios de calidad con criterios de éxito comercial (en cualquiera de los sentidos posibles de esa relación) está condenado al fracaso. Nadie tiene ni idea de qué quiere leer la gente hasta que la gente va y lo compra. Un escritor convencido de que es bueno porque sus libros se venden mucho es un pobre idiota; un escritor convencido de que es muy bueno porque sus libros no se venden es un idiota pobre. Sustitúyase si conviene, en ambos casos, “escritor” por “editor”.

Quizá estas preguntas, como las relativas a la existencia de Dios, puedan abordarse mejor por método de inversión: si tu novela tiene ciertas cosas (densidad, algo de experimentación formal, una cierta voluntad de indagar, una exigencia de participación activa del lector) es CASI seguro que no se convertirá en un bestseller. Pero el hecho de que carezca de las mismas (y por lo tanto sea, presumiblemente, fácil, obvia, plana, de lectura pasiva y muuuuuy entretenida) no te garantiza, ay de ti, que por lo menos se venda.

En cuanto a la última pregunta, querida Sargento –se refiere a si un escritor de culto perdería su prestigio en caso de hacer un best seller- , ni siquiera me atrevería a empezar a contestarla sin una previa definición del significado exacto de las etiquetas “prestigio”, “autor de culto”, “estilo”, “libro comercial” y “éxito”. Todas me parecen absolutamente vacías de contenido o, cuando menos, cargadas de un grado de subjetividad que hace inútil cualquier intento de aproximación pretendidamente seria. Incluso las palabras “libro” y “obra”, en estos tiempos, generan en mi mente aturdida y confusa una extraña incomprensión.

[The_catcher_in_the_rye.jpg] 

Isaac Rosa es autor de libros tan buenos como El vano ayer, La mano invisible y la reciente La habitación oscura. Precisamente –y perdonen por la confidencia. ¿Hay niños?- nos conocimos en la citada habitación. Esto es lo que Isaac tiene que decir:

No, obviamente no –sobre si es fácil hacer un libro superventas-. Si fuese tan fácil, habría muchos escritores de “literatura seria” publicando libros en plan segunda marca, con o sin seudónimo, pues a nadie le amarga un best-seller. No sé si me considerarán un escritor de “literatura seria”, pero en caso afirmativo, juro que intentaría escribir un superventas si tuviese la fórmula, pues tengo muchas facturas que pagar cada mes.

No tengo ni idea de cómo se escribe un libro de éxito masivo, como tampoco sé escribir un buen libro infantil. Y no estoy comparando la literatura superventas con la literatura infantil (en el sentido de que los lectores de aquella fuesen como niños, qué va). Lo que quiero decir es que tanto una como otra tienen sus propios códigos, y por saber escribir una novela “seria” (lo que quiera que entendamos por tal) no te hace necesariamente capaz de escribir en otros registros.

Me parece cómica la sola idea de un escritor de ambición artística que un día decide “voy a rebajar mi estilo, voy a usar unos truquitos, y ya verán qué pelotazo…” Esto no es el cine, donde un autor minoritario y exquisito sí puede filmar un blockbuster de superhéroes. Pero en el cine la técnica está mucho más codificada que en la literatura, y además entran en juego guionistas, productores y todo un equipo que sabe del tema.

Dicho lo cual, sospecho que el “know-how” del asunto, caso de existir tal cosa, estaría más bien en manos de editores y agentes, antes que de escritores. Por supuesto hay autores que tienen un instinto narrativo válido para construir historias que gusten a millones, pero no suele bastar con eso, y entran en juego otros factores que tienen que ver con los lectores, con el mercado, con la promoción, con los temas del momento, con modas y memes, con ondas expansivas y efectos mariposas, con la suerte incluso, y que aunque haya no pocos casos de obra prefabricada que triunfa, hay un elemento de incertidumbre importante. Tampoco a los editores suele funcionarles la mayoría de las veces lo de “venga, vamos a fabricar un best-seller”.

Un autor de culto perdería el prestigio si hiciese un libro de intención comercial que fuese un fracaso de ventas. En caso de ser un éxito, su prestigio estaría a salvo, que el éxito lo disculpa todo.

En la tercera parte de este reportaje: los autores jóvenes y los editores. Ah!… y los periodistas.

La 1ª parte de este reportaje (aquí).

ACTUALIZACIÓN A 14 DE MAYO DE 2014

Se acaba de publicar en castellano Nos vemos allá arriba de Pierre Lamaitre (Salamandra, 2014). Este libro recibió el pasado noviembre el premio Goncourt, el más prestigioso de las letras francesas. La novela, sobre la I guerra mundial, tiene muy buena pinta -hablamos en serio- y la compraremos esta misma tarde. En los medios de comunicación ya ha comenzado el bombardeo y se vende como “literatura popular en el mejor sentido de la expresión”. Tiene gracia.

Lean el párrafo final de la sinopsis de esta 1ª edición en castellano:

En una brillante fusión de literatura popular y alta literatura, Pierre Lemaitre ha creado una trepidante historia que progresa al ritmo de una trama detectivesca. Integrando con maestría elementos de géneros tan diversos como el relato de aventuras, el drama psicológico, la crónica social y política y el alegato antibélico, la narración es un derroche de humor, rabia y compasión que sin duda cautivará a todo tipo de lectores.

La señora Sigrid Kraus, directora editorial de Salamandra, no tiene un pelo de tonta y sobre eso de vender le da mil vueltas al mejor comercial del mundo. Comprobaremos con su lectura si esto de “brillante fusión de literatura popular y alta literatura” es cierto.



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